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Antoni Turull
1933-1990

Entrevistes

Antoni Turull tiene no se sabe cuántos años –ni pocos ni tantos–, una barba tirando a ermitaña y una presencia que en nada se parece a la de Pere Quart: panza burguesa y ropa bohemia. Él no es un personaje. Profesa sobre poesía hispanoamericana y catalana en Bristol, plaza que ganó por oposición. «Me echaron del CICF por decir cosas que tres años después decía el mismo padre Llimona. Cosas bien inocentes: como que estaba bien el sexo antes de la boda». Esa es, parcialmente, la razón de su exilio. También estaba la cuestión económica.

El señor Turull comenzó, como muchos, escribiendo en castellano, y aún hoy sus originales catalanes deben pasar por un corrector amigo que los ponga en solfa: «No soy un lingüista, tú». Mientras se licenciaba en Filosofía, escribió tres novelas en buen castellano y una fue a parar a un premio de Seix-Barral. Se llamaba Todos somos una m…. Quedó cuarta en el concurso y el también patriarcal –pero menos– Carlos Barral lo llamó para decirle que «eso» no se podía publicar, pero se lo editarían, seguro, en París. «Como que soy perezoso, lo dejé estar».

Ya en Bristol, quiso escribir poesía, pero en castellano no iba bien la cosa y se pasó al catalán. Publicó un libro de bibliófilo con el pintor Emili Armengol: A l'oreig del capvespre, con un tema muy particular: «Es poesía humanística. El título es bíblico. Cuando Adán y Eva están en el paraíso embromándonos a todos con eso de la manzana, de la que nos viene el nacer, el morir, el dolor de muelas y todo eso, Dios se paseaba "a l'oreig del capvespre".» Más tarde, ya más afinado con el catalán, publicó una traducción de William Blake.

El 76 vuelve a la novela, ya más cómodo con la lengua. «Mi conversión al catalán fue por necesidad artística. Aunque suene pedante, yo era como un artesano que había encontrado una herramienta que me funcionaba mejor. O sea, que no hay ningún milagro detrás. Esto debe sonar a herejía, pero…»

Del intento surgió Crònica d'Isambard, una de las novelas más simples y complejas, más serias y alocadas, más frescas en definitiva que se hayan escrito en catalán. Satírica, intencionada, internacional de ambiente, «casolana» de referencias, con un ritmo trepidante y con constante guiñar el ojo al lector. Finalista del premio Josep Pla, publicada en Barcelona, pasó desapercibida, como debe ser.

Finalmente, venciendo todas las perezas, escribió Càntic burguès a la revolució, que es la segunda parte de una futura trilogía, comenzada con la Crònica. La acción, que liga con la novela anterior porque los personajes son la segunda generación de la Crònica, pasa en 1983, del 1 al 15 de agosto. «Es política ficción, sobre como independizar Catalunya y hacer la revolución. Y no se sabe cómo acaba.» La novela no es tan humorística como la otra, no tiene «estirabots» y está depositada meses sobre la mesa de la Editorial Laia.

(Patricia Gabancho: "Toni Turull, hereje y novelista, en Bristol", El Noticiero Universal. Cultura, 13 d'octubre de 1980)