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Josep Lluís Bausset
1910-2012

3. J. S. "Al valenciano le quedan dos generaciones", 2009. (En castellà)

Así que usted es el hombre subterráneo...
—Eso me decía mi buen amigo Joan Fuster.

¿Y no sería hora de ir saliendo a la superficie?
—No, cada vez menos. Yo sigo con la discreción de siempre, sin traicionar lo que pienso pero sin constancia pública.

Este año que empieza cumplirá 99. ¿Qué le pide a 2009?
—No cumplirlos.

¿Qué me dice?
—Lo que oye.

¿Se quiere morir?
—Este mundo es una mierda.

Concrete.
—Piense en Fraga, o en Fabra. ¿Cree que con las imputaciones que tiene puede seguir en su cargo?

¿Y por eso se quiere morir?
—Pues sí, entre otras cosas. Lo que pasa es que la vida ya no es como cuando yo era joven.

Y se ha cansado de vivirla.
—No, cansado no. Estoy asqueado y aburrido. Los sábados cojo el tren para ir a la partida de pelota y veo a los chavales jóvenes, que no respetan ya nada. Estoy educado en otra generación, y todavía cedo el paso en la acera a un niño o a una mujer. A un viejo no, porque más viejos que yo ya no quedan; pero el caso es que se han perdido todos los principios.

¿Quién cree que tiene la culpa?
— Con tanta comodidad la gente pasa ya de todo. ¿No cree que mucha de la juventud pasa hoy en día de la política?

Sí que pinta un mundo gris.
—¡Ay! Mucho. Estoy tan aburrido del mundo que ya no tengo ganas de vivir.

Usted fundó el PSPV en l'Alcúdia. ¿Los suyos también le han decepcionado?
—(Ríe). De todo hay.

Eso ni es un sí ni es un no.
—Eso es un sí-no.

¿Se siente ahora igual de izquierdas que cuando era joven?
—Claramente.

Pues a ver si me puede explicar qué es ser de izquierdas.
—Es ser humanista, tolerante, ambicioso para que la gente viva tranquila y respetuosa con los demás.

En internet le describen como un activista. No está mal, a su edad.
—Bueno, es que he hecho muchas cosas. Recuerde que en plena dictadura daba clases en valenciano en muchos sitios. En Guadassuar daba las conferencias en una radio local a la que iba los jueves, en bicicleta o, si llovía, en taxi, que costaba tres duros. Hasta que el gobernador dijo que no se podían permitir ciertas resurrecciones que pusieran en peligro la vida de la patria y tuve que hacer la perorata en castellano. No volví más.

¿Pasó miedo con la dictadura?
—Miedo físico, poco, porque mi padre era carlista. Pero fue una etapa de incomodidad y asco.

Habla mucho del asco, el que sentía antes y siente aún. Usted no es un hombre contento.
—Lo que estoy es decepcionado.

¿Pero qué esperaba? ¿Por qué mundo luchó que tanto difiere de lo que ahora tenemos?
—Luché por una autonomía del País Valenciano.

¿No es lo que tenemos?
—Bah... ¿cómo la tenemos?

Dígamelo usted.
—Muy jodida, hablando claro. Esto que tenemos es un estatutito, que cuando se firmó en las Corts lo rebajaron desde el PSOE de Madrid. El PSOE es antiautonomista.

Valencia, para usted, debería tener más poder autonómico.
—Debería tener poder autonómico total.

¿Independencia?
—Esto tendría que ser un Estado federal. Eso sería lo ideal.

No parece que la mayoría lo quiera. ¿Cómo explica que no haya arraigado aquí un nacionalismo como en otras partes?
—La capital, Valencia, siempre ha mirado a Madrid. Y los que iban a estudiar a Valencia no querían hablar en valenciano para que no los llamaran de pueblo. Hablaban en castellano como lo hacían allí. Fuster me decía que no me preocupara de eso.

Ya que lo cita, ¿considera respetada la memoria de Fuster?
—Los que respetan la memoria de Fuster son, somos, cuatro gatos. Bueno, cuarenta gatos. Fuster está reconocido en toda Europa. Todo el mundo sabe quien es Joan Fuster. Todo el mundo menos Rita Barberá y compañía. ¿Cree que hay derecho a que Vicent Ventura y Joan Fuster no tengan una calle en Valencia y sin embargo la tenga El Titi, con todo mi respeto para él?

Hablemos de la lengua...
—Al valenciano le quedan dos generaciones.

En la escuela los niños aprenden valenciano, y lo hablan.
—¿Y la tele, y la radio? Se ha avanzado, de eso no hay duda, pero en Valencia, ¿qué hacen? Se habla en castellano, cada vez más. Una de las cosas que no deberíamos tener es educación, como se lo digo: deberíamos ser ineducados. Antes hacíamos tertulia en un parque -ya no voy porque ya han muerto todos- y, una vez, paró un coche con gente de fuera preguntando por dónde llegar a una calle. Se lo indiqué todo, pero los otros me recriminaron que lo hubiera hecho en valenciano. Que, por educación, debería hacerlo en castellano. No, dije, yo no estoy educado.

¿Y teme a la muerte?
—No, en absoluto. Sé que me dormiré y se acabó.

Usted es cristiano.
—Sí.

Así que cuando muera...
—Cuando muera los gusanos me comerán. Eso si me entierran, que yo prefiero que me incineren y me tiren al mar, porque soy darwinista y sé que la vida nació en el mar.

¿Pero entonces Dios existe o no existe?
—(Silencio) Yo qué sé. (Más silencio). Soy agnóstico.

¿No ha dicho que es cristiano?
—Bueno, sí...

¿Para usted sería una decepción que no existiera Dios?
—Sí.

(J. S. "Al valenciano le quedan dos generaciones", Levante, 6 de gener de 2009)